En lo personal siempre pensé que en vísperas de la veda electoral habría un hecho que cimbraría al país, acompañado de una filtración a la prensa que movería conciencias. Ni una cosa ni la otra. Al parecer todo dependerá del empuje de la sociedad apartidista, la fuerza del voto oculto y hacia qué bando finalmente se orientará y, claro, de las traiciones de última hora.
Obviamente en este bloque está el voto que cambiaría de último momento, en la fila para emitir el sufragio o en la propia soledad de la urna.
Como sea, ya todo está decidido. Faltaría saber el nombre de la próxima presidenta de México.
La cual emergerá sobre la elección ciudadana de apoyar o rechazar al presidente López Obrador y su inacabada Cuarta Transformación.
La pregunta flota en el ambiente: ¿Qué se transformó en este sexenio?
Para los fanáticos de la 4T se construyó la cimentación de la transformación.
Para los contras, todo fue un desperdicio de tiempo y dinero.
Que cada mexicano hable de cómo le fue en la feria y en base a su balance personal y familiar emitir su voto.
Aquí el escenario nacional no existe.
Simplemente cada quien votará de acuerdo a cómo le fue en el sexenio.
Si quiere más de lo mismo o si opta por romper el molde.
No hay de otra sopa en estas elecciones marcadas por la violencia, en la que ni candidatas y candidatos estuvieron a salvo… sí, como la población en general.
¿Qué le resta por hacer a Claudia Sheinbaum? Nada. Su suerte dependerá de la fuerza presidencial, su partido y sus intereses. Su logro podría ser que la gente ya sabe escribir su apellido.
¿Qué le queda por hacer a Xóchitl Gálvez? Poco, casi nada. Pero una declaración poderosa, que llegue a todos los rincones del país y unifique conciencias, la colocaría como potencial ganadora. Pero no puede ser una declaración más, sino una que mueva estructuras, con datos reales y modelo para financiar el cambio.
Claro, le queda poco tiempo.
Ya falta poco para saber si se cumplió la ley del péndulo: Después de la izquierda se gira a la derecha.