Golpe que no aniquila fortalece… a Trump
Es verdad que a Donald Trump se le vio deprimido y alicaído el día de su arresto, fichaje e imputación, pero pronto se va a recuperar porque no es un político con escrúpulos.
El candidato o candidata presidencial del Partido Demócrata seguramente se medirá ante Donald Trump en la elección de noviembre del próximo año.
Caminando y con mucho dinero recaudado llegará el xenófobo antimexicano a la cita de 2024, luego de una acusación endeble y mal planteada en su contra, que lo hará salir airoso sea cual sea el resultado.
Ideal habría sido que la primera acusación en su contra hubiera sido la más fuerte, de carácter federal, por obstrucción de la justicia y complotar contra la democracia en su país, o por haber sustraído ilegalmente documentos secretos de la Casa Blanca.
Pero los astros de la justicia se alinean conforme a las necesidades políticas del magnate, y el fiscal de Manhattan ya lo indició por un caso administrativo, que no es federal, en el que Trump fue víctima de extorsión.
De tal manera que la imputación contra Trump puede ser un búmeran contra los demócratas.
Trump fue acusado de 34 actos de falsificación de documentos contables, lo cual es una falta menor en la ciudad de Nueva York.
Para que sea considerado un delito mayor, se tiene que probar que Donald Trump lo hizo para encubrir un delito más grave.
Sin embargo, el fiscal Alvin Bragg no detalló –ni en la imputación ni en la narración de hechos– ese segundo delito que convertiría su caso en grave.
Aunque Bragg sugirió en rueda de prensa que pudo ser un delito electoral, éstos corresponden al fuero federal y no aplican en Nueva York.
Expertos legales de todas las tendencias coinciden que la fiscalía de Nueva York cometió un error al guardar un supuesto as bajo la manga, si es que lo tiene.
Los efectos inmediatos de la acusación enclenque favorecen la causa del expresidente.
Una primera encuesta, de CNN, muestra el daño autoinfligido a la causa de la justicia: 76 por ciento de los votantes de todos los signos considera que detrás del proceso hay motivaciones políticas.
La popularidad de Donald Trump subió 2 puntos en comparación con enero.
Ahora su maquinaria de recaudación de fondos tiene una gran bandera, apoyada en la credibilidad de la inmensa mayoría de los estadounidenses: la persecución política.
Su ventaja frente a su potencial contendiente dentro del Partido Republicano, el gobernador de Florida, Ron DeSatis, aumentó más de la que ya traía.
Y todo esto, sin la necesidad de gastar para estar de manera casi diaria en todos los medios de comunicación de Estados Unidos.
Más en su favor: si el juez atiende una inminente moción de los abogados de Trump para desechar el caso, se debilitará la credibilidad en las otras investigaciones que sí son graves.
Tanto la de sustraer documentos de la Casa Blanca clasificados como secretos y ultrasecretos, e incitar a la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021, serán acusaciones empañadas por el tufillo de la persecución política.
Es verdad que lo ocurrido la semana pasada afectó personalmente a Trump. Se le vio deprimido y alicaído el día de su arresto, fichaje e imputación.
Pronto se va a recuperar. No es un político con escrúpulos.
Los grandes casos de políticos estadounidenses enfrentados a estas vicisitudes, suelen dar por resultado que emerjan fortalecidos de las cenizas.
Bill Clinton tras el affaire Lewinsky y su juicio político, vio repuntar sus bonos y situarse en un elevado nivel de respaldo una vez concluido el proceso.
Los estadounidenses tienen una tendencia natural a apoyar a los desvalidos políticos y a quienes consideran víctimas.
Ahí está el caso de Hillary Clinton en su campaña por el Senado en Nueva York cuando fue victimizada por su oponente. Lo arrasó el día de la votación.
La siguiente cita de Trump con la justicia es el 4 de diciembre. Y de ahí a los engorrosos vericuetos procesales que tendrán la virtud, para él y sus propósitos, de mantenerlo en todas las conversaciones sobre política en Estados Unidos.
Pero Trump, hemos sostenido en este espacio, no le gana una elección a Biden si el actual va por un segundo periodo en la Presidencia.
Aunque, qué necesidad había de darle una ayuda al político que quiere regresar a la Casa Blanca para, entre otras locuras, bombardear México.