Gobierno y candidatas presidenciales minimizan la violencia
Mientras se enseñorea la violencia en el país, las autoridades reflejan una mezcla de indolencia y arrogancia. Ya casi acaba el sexenio y tenemos que los balazos se impusieron a los abrazos. Por eso un grupo de ciudadanos hartos de sufrir extorsiones de criminales sin que actuara el gobierno, alzaron su voz y sus machetes para enfrentar a sus extorsionadores.
Sí, es un acto de rebeldía que bien puede ramificarse en varias regiones del país.
Sobre todo porque el gobierno muestra incapacidad para pacificar México.
El actual régimen no pudo.
Y el próximo gobierno podría seguir por la misma ruta. Las candidatas presidenciales no abordan la problemática con soluciones.
Se distinguen por el comentario fácil. Una validando la estrategia del actual gobierno y la otra utilizando la crítica sin sustento.
Nada de fondo.
Nada de estrategia o posibles soluciones
Nada de ataque frontal a la delincuencia.
Pareciera que a nadie conviene pacificar al país.
Y eso es grave.
Hace falta que una candidata o un candidato de emergencia, que aún puede surgir, agarre el toro por los cuernos.
Movimiento ciudadano pudiera presentar otro candidato. Pero en esa cancha todo está muy contaminado. Difícil la nominación de una candidatura presidencial atractiva, que jale la atención de la población y haga olvidar los errores recientes. Y por la vía de una candidatura independiente se ve imposible, por los pésimos números que enseña el actor Eduardo Verástegui.
Así que la atemorizada ciudadanía no le queda otra más que encomendarse al Creador y buscar protección en la Fe.
De entre las opiniones sobre el tema, nos quedamos con dos.
Una, la de un hombre que conoce la violencia de cerca, como Emilio Cosgaya Rodríguez, Coronel de Infantería Diplomado de Estado Mayor, quien sobre el caso Texcaltitlán, donde los civiles se enfrentaron a miembros del crimen organizado, considera que refleja un grave problema de ingobernabilidad y ausencia de Estado de Derecho
Por otro lado, el empresario Ricardo Salinas Pliego considera que el gobierno “debería ejercer el monopolio de la violencia pero en su lugar optó por dedicarse a mil cosas como aeropuertos, aduanas, trenes, aerolíneas, refinerías, internet, venta de gas, industria farmacéutica, una financiera, etc. Una infinidad de locuras, cualquier cosa menos a brindarle al pueblo seguridad, justicia, salud y sistema de educación que se merece. Y remata: Yo opino que tienen que legalizar el uso y portación de armas a los mexicanos. Estoy seguro que los presuntos delincuentes no se hubieran animado nunca a extorsionar”.
El enfrentamiento en Texcaltitlán ilustra un cambio crítico en la dinámica del poder y el miedo en México. Históricamente, los grupos del narcotráfico han utilizado el miedo como una herramienta estratégica para mantener el control sobre las comunidades rurales, facilitando así sus operaciones. Este miedo ha sido fundamental para establecer un status quo, donde la población, a menudo sintiéndose abandonada por las autoridades, evita confrontar a estos grupos por miedo a represalias y pagar el derecho de piso para salvar su integridad, familia y a su negocio.
Sin embargo, el incidente en Texcaltitlán muestra una ruptura en este ciclo de miedo. Los agricultores, en una psicosis y empujados al límite por la extorsión y la ausencia de protección del gobierno, optaron por enfrentarse a «La Familia Michoacana». Este acto de desafío podría ser un punto de inflexión, donde el miedo ya no detiene a los ciudadanos a defenderse.
La historia de nuestro país se escribe con sangre y corridos. Y este caso no es la excepción: Un joven en tiktok ya les hizo un corrido al “pueblo revolucionario”, va:
Pero tenemos que analizar si el cambio del status quo trae consigo riesgos. Si los ciudadanos comienzan a tomar la ley en sus propias manos, esto podría desencadenar una escalada de violencia. Los grupos criminales, al perder el miedo como herramienta de control, podrían intensificar sus tácticas para reafirmar su autoridad, lo que podría llevar a un aumento en la brutalidad y la violencia.
Es más fácil esperar la llegada de un Mesías al arribo de una candidata que al ejercer el poder combata con eficacia y eficiencia a ese cáncer llamada violencia. !Ah ya hubo un Mesías! Ni modo a esperar otro.