Con Los Chapitos en la mira
El saldo más importante de la reunión binacional entre México y Estados Unidos ha sido el anuncio de que Washington ha puesto como su objetivo claro al cártel de Los Chapitos. Son 26 los personajes de esta organización criminal, dirigida por los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, los que están en las listas prioritarias de la justicia estadunidense y sobre los que ese país demanda a México colaboración para detenerlos y extraditarlos.
No es nuevo. Desde hace años se sabe que Los Chapitos son los principales productores de fentanilo ilegal en México. Desde que comenzó a decomisarse esta droga en forma amplia (todavía a fines del sexenio pasado) los cargamentos casi siempre tenían como destino a Los Chapitos. Son ellos, además, con una estructura heredada de su padre, los que tenían los contactos adecuados en Asia como para poder proveerse de los precursores químicos suficientes para comenzar a producir fentanilo ilegal en gran escala.
Fue esa organización también la que identificó cómo las restricciones en la venta, durante mucho tiempo indiscriminada, de opiáceos legales abría una enorme puerta para la distribución y venta de fentanilo ilegal, más potente y mucho más barato que los opiáceos farmacéuticos. Eso terminó siendo no lo que originó, pero sí lo que detonó la epidemia de opiáceos y el enorme crecimiento de muertes por sobredosis de fentanilo.
No tiene sentido en esta coyuntura mandar cartas a China para preguntarle al gobierno de ese país si ellos exportan precursores para el fentanilo ilegal o negar que en México se produce esta sustancia. Por supuesto qué hay redes enormes de distribución de drogas en la Unión Americana para que la droga llegue a los consumidores, de la misma forma que allí se lava buena parte del dinero obtenido y con ese dinero se compran armas que terminan fortaleciendo a los cárteles en México.
Pero lo que no se puede ignorar es que Los Chapitos y otras organizaciones criminales han crecido y se han empoderado en México en los últimos años. En su caso particular, aquel saludo del presidente López Obrador a la madre de El Chapo Guzmán, la liberación de Ovidio Guzmán al inicio de esta administración y la captura posterior de Ovidio, sin que se concrete su extradición a los Estados Unidos, son acciones muy desafortunadas que, aunadas a la estrategia de abrazos y no balazos, han generado una profunda desconfianza en las autoridades estadunidenses.
Es verdad que el capítulo México se ha convertido y se convertirá aún más, en la medida en que se acerque la campaña electoral en EU, en un tema de agenda, pero sería poco sensato ignorar la trascendencia que tiene para nuestro país.
No sólo por la forma en que el gobierno estadunidense está visualizando a Los Chapitos y sus aliados como los principales productores y proveedores de fentanilo, sino también por las sospechas de que el incremento de las remesas se relaciona con lavado de dinero proveniente de ese comercio. El cierre de operaciones para recepción de remesas del Banco del Bienestar se relaciona con ello, después de que se detectó que un porcentaje relativamente elevado de remesas se dirigían a zonas del país con fuerte presencia del crimen organizado y pocos migrantes, como Sinaloa, e incluso zonas conurbadas de la Ciudad de México.
Por supuesto que hay apetitos e injerencias respecto a México en ciertos sectores de los Estados Unidos, siempre los ha habido. No es nada nuevo. El mismo Trump, al que ahora defiende el presidente López Obrador, fue el primero que intentó que se usaran fuerzas militares o drones para atacar laboratorios de meta y fentanilo en México. Eso lo pensó en su momento Ronald Reagan y ha estado en la agenda ultraconservadora desde tiempo atrás.
Lo nuevo es que se haya dado está conjunción de una evidente participación de cárteles mexicanos en un fenómeno tan terrible y costoso para la sociedad estadunidense, como es el de las miles de muertes por sobredosis de fentanilo, al mismo tiempo que un distanciamiento evidente de las agencias de seguridad mexicanas con las estadunidenses, con una estrategia de seguridad que no genera confianza del otro lado de la frontera y que demuestra ser inoperante ante la contundencia de los 150 mil asesinados y 40 mil desparecidos en lo que va de este sexenio. Todo eso sumado con la sospecha de que parte de las remesas tienen que ver con esas operaciones criminales. Es una tormenta perfecta.
Las Fuerzas Armadas han acrecentado desde hace ya algún tiempo el accionar contra el tráfico de fentanilo. Han caído laboratorios importantes y también se han dado decomisos millonarios en las fronteras y en el mar. Apenas esta semana fue detenido en Culiacán César Osvaldo “N”, un joven identificado por las fuerzas militares como el responsable de los centros de confección y trasiego de pastillas de fentanilo ilegal para el grupo criminal de los Tapia, cercano a los de El Mayo Zambada. La caída de El Lupe Tapia, hace algunas semanas, y ahora de este personaje son dos golpes importantes para los grupos de El Mayo.
Pero el foco de los estadunidenses está puesto en Los Chapitos, a los que consideran mucho más importantes en este ámbito y a los que perciben que se les deja actuar con mayor permisividad. Quizás se trata sólo de un tema de percepciones, pero lo cierto es que esa percepción es la que las autoridades mexicanas tendrán que romper para recomponer una relación con Estados Unidos que pasa por un momento mucho más complejo y delicado del que se quiere asumir públicamente. Por lo pronto, Los Chapitos están en la mira.